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Un Sorolla interactivo e inmersivo: la salvación del arte para la generación Tik Tok

Foto del escritor: Redacció La FamRedacció La Fam

Una exposición con realidad virtual e inteligencia artificial que reinterpreta su obra por el centenario de su fallecimiento


Santiago Fernández. València. 17/10/2023.

Parte de la vida de Joaquín Sorolla: la historia de su infancia, su relación con la fotografía, sus inicios en la pintura, sus referentes, las cartas de amor para su Clotilde y sus hijas están recogidas hasta el próximo 31 de diciembre en La Marina. Dónde, al entrar, encontramos un espacio dedicado a explicar el contexto social e histórico de la València donde creció y vivió el Sorolla persona y que inspiró al artista. Una ciudad en expansión, que había empezado a evolucionar sin olvidar sus raíces: la huerta. Huerta que continuaba rodeando la ciudad a pesar de modernizarse y edificar lugares tales como la Estación del Norte. Todo acompañado con un rumor a mar, a olas rompiendo en la orilla, y que guían al visitante hacía el interior de la exposición, puesto que el suelo es ese mismo mar que pintó Joaquín Sorolla. Como si se estuviera subido en una barca levantina y fuera a adentrarse en la Albufera para dar un paseo al atardecer.

Fragmento de una de las múltiples cartas de Joaquín Sorolla para su familia. Santiago Fernández.

El trayecto nos lleva hasta el salón, mejor dicho a una representación del mismo, en el que Sorolla junto a su mujer y sus hijas hacían vida en su casa del distrito de Ciutat Vella. Junto a él hay un pequeño espacio que recoge las cartas de Joaquín Sorolla a su mujer, Clotilde, y sus hijas: María, Joaquín y Elena en alguno de sus múltiples viajes a Madrid cuando pasaba un largo tiempo alejado de ellos. Antes de entrar a la sala inmersiva, y de empezar realmente el recorrido de la exposición, encontramos la última pieza que otorga contexto durante la visita, y es el lugar reservado para hablar sobre los referentes, como Claude Monet y Diego Velázquez, y amigos de Sorolla. Para entender la expansión de la València de finales del siglo XIX es necesario hablar de Sorolla, pero también del escritor Vicente Blasco Ibáñez y del escultor Mariano Benlliure. Los tres formaban algo similar a un triunvirato que a través de sus representaciones artísticas, sus ideales progresistas y amistad, recogida de forma epistolar en la exposición, ayudaron a la modernización de la ciudad.


Representación del salón de la familia Sorolla. Santiago Fernández.

En esta ocasión, la marea pintada en el suelo, nos lleva hasta la sala inmersiva donde a través de proyectores y altavoces con sonidos a mar podemos ver pasar ante nosotros toda la obra pictórica de Sorolla. Es algo similar al tren de la bruja, niños gritando cada vez que las imágenes cambian y se tuercen sobre sí mismas sin un aparente sentido y donde ellos mismos acaban aplaudiendo una vez termina el recorrido. Esta sala gigante nos da paso a la reinterpretación de las obras de Sorolla con inteligencia artificial, que más que arte impresionista está más cerca del arte abstracto. Joaquín Sorolla fue un adelantado a su tiempo, ya no por su arte que está fuertemente ligado al impresionismo, si no por sus ideas progresistas. La inteligencia artificial, que con toda posibilidad será el futuro, entre muchas otras cosas, del arte tiene también un hueco en la exposición. En esta han querido jugar a sí todavía quedaran cien años para el nacimiento de Sorolla e imaginar su arte, a través de su legado, pero con las herramientas que existirán en un futuro y ha terminado siendo algo similar a los dibujos que pueden realizar los niños –y adultos eniñezidos– más adelante en la exposición y proyectar en una de las paredes de la sala.


Una vez termina la parte más turbulenta de la exposición llega la sección final. Un paseo con realidad virtual. En el inicio del recorrido uno de los espacios estaba dedicado a la València de Sorolla, la de finales del siglo XIX, acompañada con imágenes de la misma que ayudan a imaginar cómo era dar un paseo por la capital del Túria, cuando todavía el Túria partía la ciudad en dos. A través de la realidad virtual podemos dar un paseo por esa València, la de los huertos de naranjos a las afueras, la de las barcas levantinas en la costa de la malvarrosa y la de los pescadores cosiendo velas, en definitiva, la del costumbrismo mediterranéo. Cuando finaliza el paseo la brisa marina te lleva hasta la salida, no sin antes pasar un fotomatón que te permite sacarte una foto como si fuera Sorolla quién te estuviera pintando, y donde tienes la posibilidad de volver a visitar todas las salas, de volver a ver a esos niños pintando, de volver a verlos embriagados por la “magia” de un buen montaje de luces y efectos.


Porque a las generaciones más pequeñas también les interesa el arte. La ‘generación del Tik Tok’, sabe mantener su atención durante largos períodos de tiempo, al igual que sabían hacerlo sus padres y sus abuelos. Lo que necesitan es que, en este caso, las exposiciones se adapten a ellos. Se adapten a las nuevas tendencias y comprendan que estímulos requieren para captar su atención. Quieren sentirse partícipes y protagonistas. Quieren poder dibujar y que su pieza se mezcle entre los cuadros. Esto es lo que permiten las exposiciones interactivas e inmersivas, acercar el arte a los más pequeños. Plantar la semilla del interés artístico en ellos y que, con el tiempo, decidan por sí mismos visitar esas obras en los museos. Si el arte más tradicional no se promociona está condenado a que comience su extinción o que se apoderen de él las élites y que sea un elemento más de diferenciación y división, que viene a ser lo mismo.










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